En un reciente decreto firmado por el presidente Vladímir Putin, Rusia anunció la incautación temporal de las operaciones locales de Danone y Carlsberg, poniéndolas bajo el control de la agencia federal de gestión de la propiedad estatal, Rosimushchestvo. Esta medida representa la segunda vez que Rusia se apropia de activos de empresas occidentales en el país desde la promulgación de un decreto en abril que permite al Estado tomar control temporal de activos de compañías o particulares de países “hostiles”.
Las incautaciones se han interpretado como represalias a las medidas similares adoptadas por países occidentales contra Rusia. Además, el decreto establece nuevos obstáculos para las empresas extranjeras que intentan abandonar el país, en medio de la batalla económica que acompaña a la guerra en los campos de batalla de Ucrania.
Más de 1.000 multinacionales han reducido o abandonado sus operaciones en Rusia desde el inicio de la guerra, y muchas de ellas han enfrentado dificultades para encontrar compradores o cerrar acuerdos debido a las sanciones impuestas. La posibilidad de que las empresas sean embargadas añade otro obstáculo para aquellas que aún buscan salir del país.
Este movimiento representa un claro mensaje para las empresas occidentales que aún operan en Rusia, y demuestra que el Kremlin ha abandonado cualquier posibilidad de normalización de las relaciones con Europa. Las empresas que buscan abandonar Rusia se enfrentan a dificultades adicionales debido a las restricciones y normativas impuestas por el gobierno ruso.
El gigante cervecero Heineken y la empresa tabacalera British American Tobacco son algunas de las grandes compañías que han anunciado su intención de salir de Rusia. Sin embargo, el proceso ha sido complicado y sujeto a la aprobación del Gobierno ruso.
La incertidumbre generada por estas incautaciones y las restricciones impuestas por Rusia plantean un desafío significativo para las empresas occidentales que operan en el país, quienes se ven en una encrucijada para decidir cómo enfrentar esta nueva dimensión de la guerra económica.
En definitiva, las incautaciones de Danone y Carlsberg envían una clara advertencia a las empresas occidentales que buscan abandonar Rusia, demostrando que los activos extranjeros en el país ya no están seguros y que el Kremlin está dispuesto a utilizar su poder para confiscar activos occidentales con mayor frecuencia. Esta situación representa un desafío adicional para las empresas que desean cerrar sus operaciones en el país, y deja en evidencia la complejidad de la situación económica en medio del conflicto en Ucrania.