Hace ya 15 días que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo decidió desterrar a 222 presos políticos a Estados Unidos en un vuelo chárter que aterrizó en el Estado de Virginia. Los desterrados, que incluyen sacerdotes, seminaristas, diáconos, líderes políticos y ciudadanos comunes, se han desgranado por todo Estados Unidos en busca de un nuevo hogar y un nuevo comienzo.
Entre ellos está Yubrank Suazo, quien ha sido dos veces preso político de los Ortega-Murillo. El último encierro lo condujo al destierro y a una situación parecida de reinvención que experimentó en 2018, cuando paramilitares sandinistas incendiaron la casa de su familia en Masaya. Ahora, rehacer su vida en Estados Unidos le resulta más duro debido a la falta de un hogar y una dirección física para registrar en el trámite migratorio del Parole.
A pesar de que algunos líderes políticos cuentan con familiares arraigados en Estados Unidos desde hace décadas que los han acogido de inmediato, y otros pueden asumir una renta con mayor soltura, los 222 presos políticos son un grupo muy variopinto con personas de diferentes estratos sociales y económicos, por lo que no se puede generalizar sobre su situación. La lucha por encontrar un techo y estabilidad significa poder tener tiempo para seguir en el destierro el activismo a favor de la liberación de Nicaragua o de plano trabajar para vivir.
Esperamos que los desterrados encuentren la paz y la estabilidad que necesitan para seguir luchando por la libertad de Nicaragua desde lejos, mientras mantienen viva la esperanza de un futuro mejor para su país y para sus seres queridos.
