El obispo auxiliar de Managua en el exilio, monseñor Silvio Báez hizo un llamado a todos los creyentes a alzar la voz y elevar sus oraciones por los presos políticos que están «encarcelados injustamente y maltratados con crueldad» en las cárceles del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
En su homilía de este domingo el obispo Báez también llamó a los católicos a rezar por los migrantes y por los exiliados que han tenido que dejar su país por seguridad o para buscar mejores oportunidades de vida en otros países.
«Pensemos también en los exiliados que huyen exponiéndose a graves peligros para sobrevivir, no olvidemos a los presos políticos encarcelados injustamente y maltratados con crueldad», exhortó monseñor Báez.
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«Levantemos nuestra voz, recemos, hagamos algo. No dejemos que el mal y la injusticia se impongan por nuestra indiferencia», agregó.
El Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas, registra 190 reos de conciencia en las cárceles del país, según el monitoreo actualizado hasta el 31 de mayo.
Asimismo, diferentes organismos de derechos humanos han señalado que desde el 2018, cuando estallaron las protestas sociales contra la dictadura y que fueron sofocadas a balazos, al menos 150 mil nicaragüenses han salido del país, principalmente por razones de seguridad y ponerse a salvo de la represión desatada por el régimen
Báez exhortó a los migrantes y exiliados a no desanimarse, y los animó recordándoles que Jesús tampoco abandona a quienes han logrado irse de Nicaragua huyendo de la represión y de la crisis económica, pero que la pasan difícil en otro país.
«Jesús se preocupa cuando no tenemos trabajo o estamos enfermos, sabe que muchos tienen necesidad de legalizar su situación migratoria, piensa en nuestros bolsillos, conoce el afán de tantos padres de familia por llegar a fin de mes para llevar el pan a la familia o pagar el alquiler de la casa», dijo.
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Recordó que la eucaristía «nos enseña a vivir como hermanos, nos recuerda que no debemos ser indiferentes ante las necesidades de los demás. Como aquella gente en aquel lugar desértico, a la que Jesús alimentó, así vive la humanidad hoy: hambrienta, desesperanzada, necesitada. No podemos ignorarlo», predicó.
Señaló que los creyentes no pueden vivir de espaldas a las necesidades de los otros. «Hay mucha hambre alrededor nuestro: hambre de consuelo y de amor, hambre de pan, hambre de una sonrisa, hambre de esperanza y de luz. No podemos poner como excusa que no es problema nuestro o que no podemos hacer nada», exhortó.
«Tampoco podemos vivir de espaldas a los grandes dramas del mundo y de la sociedad. En la eucaristía Dios se ha hecho pan y entra a mi corazón, para hacerme vivir con más lucidez y dignidad, preguntándome qué hago por mis hermanos. Dejemos que el dolor ajeno nos toque el corazón, suframos, recemos y hagamos todo lo que podamos por ayudar”, dijo, quien también pidió no olvidar al pueblo ucraniano «víctima de una guerra feroz».
