El obispo auxiliar de Managua, en el exilio, Silvio José Báez dedicó su homilía del domingo 9 de enero a hablar de la “esperanza en los corazones decaídos” y los líderes auténtico y aprovechó para advertir que “cuando los liderazgos en los que la gente ha confiado defraudan y se corrompen, llegan al poder quienes dominan dividiendo con la mentira e imponiéndose con la violencia”.
El religioso criticó a los líderes que se ponen por encima de la gente y no “hacen fila” junto a ellos para conocer sus necesidades, porque, según dijo, “los auténticos líderes no se colocan por encima de la gente, ni son distantes de la gente. No viven sentados en escritorios o vendiendo su imagen en los medios de comunicación, ni tampoco se ponen al lado de grupos privilegiados porque tienen más dinero o son más influyentes”.
Agregó que “los verdaderos líderes se ponen en fila y comparten la suerte de la gente. No hay liderazgo sin solidaridad. Necesitamos líderes que no busquen sus propios intereses, que amen a la gente y que no se dobleguen ante el dinero o la fama”.
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“Los verdaderos líderes son conscientes de su misión, pero también saben aceptar con serenidad sus límites y reconocen con humildad lo que no son y lo que no pueden”, insistió.
El obispo exiliado señaló que actualmente se vive “una carencia alarmante de liderazgo” y advirtió que cuando faltan líderes auténticos y consistentes, “llegan al poder los mediocres y los corruptos”.
Sin embargo, predicó el jerarca católico, “nunca está todo perdido. Siempre pueden surgir nuevos liderazgos que no defrauden y luchen por un futuro mejor para todos”.
Enseñó que esos nuevos líderes deben ser como Jesús: “humildes y solidarios, abajarse, sentirse pueblo y caminar codo a codo con el pueblo, sin excluir ni privilegiar a nadie. El verdadero líder siente los problemas del pueblo, sabe interpretar sus anhelos, está a su lado, camina con él y se pone a su servicio”.
En su enseñanza bíblica, el pastor católio retomó el evangelio de Lucas (3,15) para tomar como ejemplo a Juan bautizaba “El profeta del desierto” que había logrado que el pueblo soñara y esperara otra vez. “Gracias a la palabra de Juan la gente esperaba tiempos mejores en los que Dios se manifestaría cambiando para siempre las cosas”, dijo.
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“¡Dichosos quienes logran despertar nuevas esperanzas en los corazones decaídos y hacen florecer gérmenes de vida en existencias que ya parecen marchitas! ¡Dichosos los líderes que le dan a los pueblos razones para esperar y luchar! ¡Dichosos los pueblos que no se cansan de soñar y de imaginar senderos nuevos hacia un futuro mejor!”, predicó monseñor Báez.
Recordó que Juan, el Bautista era un hombre íntegro, un creyente coherente, un verdadero profeta que no pretendió engañar a la gente, no intentó vender su imagen, ni se puso en el centro “así que no se presenta él como el mesías, sino que les dice con claridad: “Yo los bautizo con agua. Pero está a punto de llegar alguien que es más fuerte que yo (…). Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego».
En su enseñanza, el obispo Báez destacó que el Bautista, como auténtico profeta “desciende del pedestal en el que lo ha puesto la gente y les dice que él no es el Mesías. Habla de otro que vendrá que es más fuerte que él, porque solo él posee el fuego de Dios en su corazón y en su palabra y solo él puede sumergir en el fuego divino.
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Hablando de Jesús Juan Bautista “dice la verdad al pueblo, sabe que ha terminado su misión y no duda en ceder su lugar a otro, no se preocupa de su prestigio ni se abruma por llegar a perder seguidores. Los profetas y los líderes auténticos siempre dicen la verdad, no se presentan como indispensables ni se creen imprescindibles”, recalcó el obispo en el exilio.
Báez instó a la población a seguir orando porque “la oración nos hará vivir mucho más serenos y con menos miedo, seremos más humanos y alegres. La oración nos permitirá ir por el mundo, como hijos e hijas de Dios, derramando la fuerza y la luz de su infinito amor que llevamos dentro del corazón”.