Paul Krugman, economista y premio Nobel, argumenta que las preocupaciones sobre la pérdida inminente de dominio del dólar como moneda global deben ponerse en perspectiva. Según Krugman, los temores recientes sobre la «desdolarización» y sus consecuencias negativas para la economía estadounidense han sido impulsados por los sospechosos habituales, como el culto a las criptomonedas y los simpatizantes de Vladimir Putin. Sin embargo, voces más sobrias, como expertos en relaciones internacionales y analistas económicos, se han unido al coro alarmista, advirtiendo que el estatus del dólar como moneda de reserva está bajo amenaza.
Krugman desestima estas afirmaciones como exageradas y argumenta que la importancia de controlar la moneda de reserva del mundo está sobrevalorada. Reconoce que el dominio del dólar es impresionante, pero cuestiona cuánto de ello beneficia a la economía estadounidense. Muchas transacciones internacionales se denominan en dólares, y muchos bancos no estadounidenses ofrecen depósitos en dólares, pero Krugman sostiene que esto no se traduce necesariamente en una capacidad única para mantener déficits comerciales persistentes.
Mientras algunos argumentan que el estatus especial del dólar permite a Estados Unidos mantener grandes déficits comerciales año tras año, Krugman señala que varios otros países han tenido déficits persistentes, e incluso algunos han tenido déficits más grandes en relación al tamaño de sus economías. Krugman concluye que la idea de que el dominio del dólar le da a Estados Unidos una habilidad especial para mantener déficits es un malentendido que suena como si pudiera ser verdad, pero no lo es.
En resumen, Krugman cree que los temores sobre la inminente desaparición del dólar como moneda global están exagerados, y que la importancia del dominio del dólar está sobrevalorada. Mientras que el dominio del dólar es impresionante, Krugman cuestiona cuánto beneficia a la economía estadounidense, y argumenta que la idea de que el estatus especial del dólar permite a Estados Unidos mantener déficits comerciales persistentes es un malentendido.