
En Nicaragua, los Ortega Murillo han instaurado una dinastía familiar en la que los cargos públicos son asumidos por sus hijos y familiares más cercanos. Este método les ha permitido consolidar una dictadura multinivel en la que la lealtad es la garantía de la continuidad del poder.
La rigidez de la organización de los Ortega Murillo es tal que cualquier fractura en su estructura podría poner en riesgo su estabilidad. Por eso, infunden miedo entre sus filas para evitar ser traicionados y son despiadados con los opositores a su régimen.
Su poder se extiende al control total de todos los negocios altamente lucrativos, lo que garantiza que cualquier colaborador pueda acumular riqueza y vivir de las dádivas del poder de unos pocos. Sin embargo, esta riqueza y poder se obtiene al costo de mantener reprimidas las libertades públicas y los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.
La influencia de las FARC en Colombia, Venezuela, Cuba y Nicaragua ha implantado magias dictatoriales que han permitido la inyección letal del socialismo capitalismo mezclado con delitocracia y cratocracia en la región.
En Nicaragua, todo lo que sea azul y blanco es catalogado de conspiración y oposición, y los Ortega Murillo no miden en caer en la típica estrategia de «plata y plomo», digna de una dictadura dinástica multinivel.
Los Ortega Murillo han demostrado ser vende patrias a la orden de sus patrones Rusia, Cuba y su reciente matrimonio con el régimen comunista chino, lo que atenta contra la región y le quita el paso a la influencia de Estados Unidos.
La dinastía de los Ortega Murillo en Nicaragua es una muestra clara de cómo una familia puede consolidar el poder de manera despiadada y violando los derechos de los ciudadanos. Es necesario que la comunidad internacional preste atención a esta situación y tome medidas para proteger a los nicaragüenses de esta dictadura multinivel y de las influencias externas que perpetúan la opresión en la región.