En medio de la creciente tensión entre Estados Unidos y China, la administración liderada por Joe Biden ha anunciado nuevas sanciones dirigidas hacia el ámbito tecnológico del gigante asiático. Esta vez, los centros de supercomputación de China se encuentran en el punto de mira.
Entre las 31 organizaciones chinas afectadas por estas sanciones, destaca el Centro de Supercomputación de Shanghái (CSS). China cuenta con algunas de las instalaciones de supercomputación más avanzadas del mundo, y el CSS, junto con otros centros estratégicos en Guangzhou, Jinan, Shenzhen, Tianjin y Wuxi, juega un papel crucial en el camino hacia la autosuficiencia computacional del país.
Sin embargo, cabe destacar que las sanciones no se dirigen directamente al CSS, sino a la empresa Shanghai Supercomputing Technology Co, una colaboración entre el CSS y el fabricante de superordenadores Dawning Information Industry, que tiene estrechos vínculos con la Academia de Ciencias de China.
La decisión del Gobierno de Estados Unidos se basa en la afirmación de que estas organizaciones han adquirido o intentado adquirir soluciones tecnológicas estadounidenses con el propósito de impulsar la modernización de su industria militar, especialmente en el desarrollo de misiles hipersónicos.
Los centros de supercomputación desempeñan un papel fundamental en diversos proyectos científicos y tecnológicos, incluido el desarrollo de armas hipersónicas. La respuesta del Gobierno chino no se ha hecho esperar, acusando a Estados Unidos de utilizar la economía y el comercio como armas en su contra.
Estas sanciones representan un golpe significativo para China a corto y medio plazo. Zhang Xiaorong, director del Instituto de Tecnología Shendu, ha afirmado que “la mayoría de los superordenadores en China utilizan chips y software estadounidenses”, lo que deja en evidencia que su competitividad se verá comprometida si no pueden acceder a estos componentes. Empresas como Microsoft, NVIDIA, Intel y AMD se verán obligadas a reducir o incluso suspender su colaboración con el Centro de Supercomputación de Shanghái.
La rivalidad entre Estados Unidos y China continúa intensificándose, y estas sanciones demuestran que la competencia por la supremacía tecnológica está en pleno apogeo. Mientras tanto, ambas naciones luchan por mantener su posición en el escenario global, lo que plantea interrogantes sobre el impacto que esto tendrá en la economía mundial y en las futuras relaciones bilaterales.