
Escrito por: Esler Sobalvarro
En medio de un escenario mundial plagado de conflictos y tensiones, el Complejo Militar-Industrial celebra su éxito continuo como uno de los negocios más lucrativos del planeta. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, este entramado formado por fabricantes, traficantes, comerciantes, militares y tenientes de armas ha encontrado en la guerra una fuente inagotable de ganancias.
Bajo la visión premonitoria del General Dwight “Ike” Eisenhower, quien luego se convertiría en presidente de los Estados Unidos, el Complejo Militar-Industrial ha prosperado gracias a los conflictos en Corea, Vietnam, Indochina, Indonesia, Medio Oriente y muchos otros rincones del mundo. Guerras, invasiones y conflictos regionales han alimentado la actividad bélica, convirtiéndola en una de las treinta y tres actividades estratégicas más relevantes del planeta.
En las últimas décadas del siglo pasado, las guerras de guerrillas en África y América Latina, desde el Congo y Angola hasta Namibia, se sumaron a las intervenciones militares en Granada, Panamá y los Balcanes. Estas operaciones no solo mantuvieron el negocio de la guerra en auge, sino que también beneficiaron a los actores clave del Complejo Militar-Industrial.
En el presente siglo, conflictos en Afganistán, Irak, Somalia, Yemen y Libia han continuado alimentando la maquinaria bélica. Sin embargo, la actual guerra en Ucrania ha alcanzado niveles preocupantes, ya que amenaza con desencadenar una posible guerra termonuclear. Las consecuencias serían catastróficas, poniendo en peligro la existencia misma del planeta y de la realidad tal como la conocemos hoy en día.
Los polos de poder estratégico siempre se han enfocado en la expansión de su dominio territorial, recursos, medios y riquezas de todo tipo y tamaño. Para ellos, todo es carne de cañón y nada está de más. Esto ha llevado a que la Actividad Estratégica Bélica se convierta en un negocio trillonario.
Los militares, al igual que los políticos, tienen su manera particular de proceder. Mientras que los políticos prometen construir puentes donde no hay ríos, los militares justifican la fabricación de armas y municiones aunque no exista una guerra inminente. En su lógica, si no hay conflicto, ellos se encargarán de inventarlo.
Las armas, municiones y pertrechos de guerra son bienes perecederos, sujetos a desgaste, obsolescencia, vencimiento y daños. Los arsenales de los ejércitos del mundo están llenos de chatarra militar. En este contexto, una conflagración se convierte en el método más efectivo para deshacerse de estos activos obsoletos, a la vez que genera un lucrativo botín de guerra. Un evento bélico siempre deja sus ganancias, y Ucrania es el último ejemplo de este fenómeno, donde la chatarra militar sigue su curso, mientras que nuevas armas reemplazan a las obsoletas. El show debe continuar para alimentar el insaciable apetito del Complejo Militar-Industrial.
El Complejo Militar-Industrial se presenta como una entidad voraz y omnipresente que se beneficia tanto de la destrucción como de la reconstrucción. En Ucrania, vemos cómo la chatarra militar es desechada y reemplazada sin cesar, perpetuando así el ciclo de ganancias para este complejo. No importa cuántas veces se renueven las armas y municiones, siempre habrá una demanda constante que justifique su producción y venta.
Sin embargo, debemos reflexionar sobre las implicaciones éticas y humanitarias de este engranaje de guerra. Mientras el Complejo Militar-Industrial florece, miles de vidas se ven afectadas por la violencia y la destrucción. Además, el continuo desarrollo y comercialización de armas más letales plantea un riesgo real para la seguridad global.
Es fundamental cuestionar si esta carrera armamentista sin fin es el camino adecuado para la humanidad. ¿No deberíamos centrarnos en invertir en el desarrollo y la cooperación internacional en lugar de alimentar la maquinaria de guerra? La resolución pacífica de conflictos y el fomento de la diplomacia deberían ser nuestras prioridades.
Es necesario que la sociedad en su conjunto reflexione sobre la influencia y el poder del Complejo Militar-Industrial. Los ciudadanos deben exigir transparencia en las decisiones políticas y un control más estricto sobre la producción y el comercio de armas. El bienestar de la humanidad y la preservación de nuestro planeta deben prevalecer sobre los intereses económicos y geopolíticos.
En última instancia, el futuro de nuestro mundo depende de nuestra capacidad para superar el paradigma de la guerra y la dependencia del Complejo Militar-Industrial. Debemos aspirar a construir un futuro basado en la paz, la cooperación y el progreso humano. Solo entonces podremos liberarnos de las cadenas de un sistema que se beneficia de la destrucción y encontrar una verdadera libertad y seguridad para todos.