El fin de semana pasado, el mundo se sorprendió al conocer la noticia de que dos pilotos cubanos habían llegado al aeropuerto de Cayo Hueso en una «ala delta motorizada», tras atravesar los 160 kilómetros que separan La Habana de la costa sur de Florida. A pesar de la peligrosa travesía, las autoridades migratorias detuvieron a los pilotos y ahora enfrentan el riesgo de ser deportados a Cuba y sufrir las consecuencias de lo que se considera un «robo».
Telemundo 51, el canal de Miami, entrevistó vía telefónica a la hermana de uno de los pilotos, Ismael Hernández Chirino, quien aseguró que no sabía lo que ambos habían planificado con tiempo y pidió que no los devolvieran a Cuba, pues teme por su seguridad.
El Club de la Aviación de Cuba, que los identificó como David López Alfonso e Ismael Hernández Chirino, los calificó de «traidores» y pidió a las autoridades estadounidenses que los pilotos y el «ala delta» fueran regresados a la isla. Según Laura Hernández Chirino, hermana de uno de los pilotos, el avión era utilizado para paseos turísticos en el polo de «Las Playas del Este» y «hacían vuelos comerciales para el turismo y con algunos cubanos que podían pagarlo».
Los pilotos, por su parte, tendrán que demostrar «miedo creíble» para evitar la deportación y el castigo en Cuba. En octubre de 2022, un piloto cubano de una avioneta soviética que se dedicaba a la fumigación en Sancti Spíritus, voló hacia Estados Unidos y después de duros meses en la prisión migratoria, un juez le concedió el asilo político y salió libre.
La situación de los pilotos cubanos ha generado preocupación entre la comunidad internacional y reaviva el debate sobre la difícil situación política y económica que enfrenta Cuba, y el alto riesgo que asumen quienes intentan emigrar de manera irregular.