La cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) ha dejado entrever ciertas diferencias en cuanto a la condena a Rusia por su guerra en Ucrania. Tras días de intensas negociaciones y ocho años de pausa en las relaciones, los líderes no han podido alcanzar una posición unánime de rechazo a la invasión liderada por el presidente ruso, Vladímir Putin. Nicaragua, conocida por sus vínculos con el Kremlin y un historial de ataques a los derechos humanos, ha sido el principal obstáculo para lograr una condena total y ha intentado sabotear la declaración. Sin embargo, quedó aislada ya que 59 países suscribieron una comunicación algo tibia que condena la guerra en Ucrania sin mencionar directamente a Rusia.
Este conflicto ha puesto de manifiesto las divergencias entre la UE y América Latina respecto a la invasión y sus consecuencias, mientras también ha evidenciado el aislamiento creciente de Nicaragua. Antes de la cumbre, las víctimas del régimen de Daniel Ortega pidieron a los líderes latinoamericanos y europeos unirse para ejercer mayor presión sobre Managua.
Aunque la guerra de Rusia en Ucrania no era el tema central de la cumbre, ha cobrado relevancia y ha dejado claro que la UE y América Latina mantienen posiciones divergentes en este asunto. La Celac, un grupo de 33 países sin estructura organizativa, no consideraba crucial firmar una declaración final, mientras que para la UE sí lo era. Al final, se logró un consenso sin la participación de Nicaragua. Cuba y Venezuela, cercanas a Moscú, sí firmaron el texto, y la intervención de la vicepresidenta venezolana fue considerada importante por una alta fuente comunitaria.
La declaración conjunta expresa «profunda preocupación por la guerra en curso contra Ucrania, que continúa causando un inmenso sufrimiento humano» y resalta la necesidad de alcanzar una paz justa y sostenible. Sin embargo, el lenguaje fue rebajado en comparación con las posturas habituales de los Veintisiete, lo que ha generado ciertas críticas internas. Algunos líderes europeos, como el presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, reclamaron no dejarse seducir por la propaganda rusa y reconocieron que Ucrania está defendiendo su derecho a la libertad y el orden internacional basado en reglas.
Además de la cuestión ucraniana, la cumbre también abordó temas como la financiación de medidas contra la crisis climática y el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, que aún está pendiente de ratificación.
En el ámbito económico y comercial, la UE prometió una inversión de 45.000 millones de euros en la región a través de diferentes mecanismos financieros y presentó 130 proyectos para fomentar la participación europea en América Latina.
La cumbre concluyó acordando mantener encuentros cada dos años y estableciendo una hoja de ruta con diversas reuniones y actos. A pesar de las desavenencias en la condena a Rusia, la reunión ha sido vista como un nuevo comienzo para las relaciones entre viejos amigos que se necesitan mutuamente en un contexto de grandes cambios geopolíticos.
La cumbre UE-Celac ha sido un foro donde se han discutido asuntos clave para ambas regiones, desde cuestiones políticas y comerciales hasta temas relacionados con el cambio climático. La búsqueda de consensos y soluciones ha sido una tarea ardua, pero se espera que la colaboración continúe y se fortalezca en los próximos años.