Escrito por: Esler Sobalvarro
La pregunta «con qué pillo nos vamos» se ha convertido en un dilema para muchos ciudadanos en todo el mundo, quienes se ven obligados a elegir a un candidato político o tomar partido en una cuestión internacional. Sin embargo, ¿es realmente necesario tomar partido por alguien o algo? ¿Por qué no podemos mantener la imparcialidad y no elegir al menos «pior»?
Debemos admitir que la mayoría de los políticos son consumados pillos, vividores de la desgracia ajena de la gente común y corriente. Su sadismo es igualado por el aparente masoquismo de sus desventuradas víctimas, quienes a veces solo toman partido para castigar al oponente del que por despecho obtiene su voto. ¿Por qué no simplemente no votar y abstenerse en los sistemas donde el voto no es obligatorio?
Sin embargo, en algunos lugares no existe ni siquiera la libertad de la abstención, y en otros lugares, los fraudes electorales usurpan el voto del ciudadano y lo hacen votar sin su conocimiento por el pillo de su mismo redil que ellos han escogido como su candidato de turno. Esta situación es desafortunada y, por desgracia, ocurre en todo el mundo.
Asimismo, los gobiernos de los países débiles se ven obligados a tomar partido por una u otra potencia cuando estas entran en contradicción entre sí, recogiendo las migajas que estas tiran al suelo para los nativos con influencia muertos de hambre, que no tienen ninguna piedad de sus desventurados conciudadanos.
Entonces, ¿estamos condenados a estar siempre bajo las patas de los elefantes, cuando estos se están disputando todo el planeta dentro de una cristalería? ¿O podemos tener la paciencia y prudencia que se requiere en estas circunstancias?
La respuesta es clara: debemos mantener la imparcialidad. Cada uno de nosotros debe tomar una decisión y recordar que lo que hacemos es determinante para demasiadas personas como nosotros, que si nos equivocamos, vamos a beneficiar a aquellos pillos que siempre están dañando al ciudadano común y corriente, incluyendo a toda la descendencia hasta quién sabe por cuántas generaciones.
En conclusión, mantengamos la imparcialidad y no elijamos al menos «pior». Debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad y tomar decisiones que no solo beneficien a nosotros mismos, sino también a nuestra comunidad. Recordemos que la verdad nos hará libres.